29 de noviembre de 2008

VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA



Imposible conciliar este cuento loco de las temperaturas. Es una consecuencia lógica de que sean tantas y tan extremas. La de la casa, la del auto, las de afuera con viento o sin viento y … la infernal del metro de Montreal.
Para mi, descender a ese abismo cercano al incandescente centro de la tierra, sobre todo, cuando estoy aperado con la ropa de invierno, es el equivalente a cocinarme en le quinto pailón del infierno.
No tengo dudas. Algún mecanismo de mi termostato debió achicharrarse. La prueba : no percibo a nadie sintonizado con el grado de desesperación que me posée. Mientras la mayoría está a gusto en el horno con sus botas, su chaqueta de invierno, la bufanda y hasta el gorro, yo, en segundos ya me he desvestido hasta donde el pudor y la ley me lo permiten.
Eso si, una estación antes de llegar al destino, sin haberme nunca refrescasdo lo suficiente, debo recomenzar la operación pero a la inversa y en esos breves segundos que dura el ejercicio, vuelvo a hacer ebullición.



Como ninguno de los 60.000 pasajeros que toma el metro cada día siente cosas parecidas (me alegro por ellos) y desde el 14 de octubre de 1966 no ha habido mayores quejas en este sentido, este invierno seré otra vez paradoxálmente mortificado, por el calor insoportable.

Anécdotas, fotos y comentarios de nuestra nueva vida en Canadá